¿Quieres una formación que sea efectiva? ¡Pídela!

Ummm…¿y cómo se pide?

 

A estas alturas ya sabes lo importante que es, como profesional, el hecho de estar al día en tu campo y sector y también sacar el máximo partido de tus propias habilidades para poder conseguir tus objetivos.  Y la formación es una herramienta básica para conseguirlo.

Buscas un curso y quieres que el aprendizaje en los conocimientos y/o habilidades que se adquieran se apliquen al puesto de trabajo de manera eficiente. Tienes claro que en esa acción formativa debe haber una parte práctica importante.

Pero, ¿es necesario “algo más” para que se cumpla tu objetivo?

Primero es necesario definir qué  es una formación efectiva, ¿qué es la efectividad en la formación?

De manera sencilla podemos decir que

una formación es efectiva cuando lo aprendido se pone en práctica (en la calidad adecuada)

en la situación que se necesita y en el menor espacio de tiempo posible.

Para que esto se logre, requerimos que el contenido de la formación “llegue” al alumno, se comprenda, se recuerde, se practique, se incorpore a todo el conocimiento adquirido y que, dependiendo del objeto de la formación, se convierta en un hábito incorporado.

Para ejemplificarlo, te propongo un pequeño ejercicio.

Imagínate a ti mismo como asistente a un curso (o taller). Un curso que te haya dejado indiferente y que te dio la sensación de “no haber aprendido casi nada”… (Si no has tenido nunca esa experiencia: ¡enhorabuena! 😉)

Por favor, visualízate en la sala de formación.

¿Te has visto?

A ver si lo adivino:

Te ves sentado en una silla, quieto y en silencio, mirando hacia al formador.

Físicamente estás en clase, pero realmente “no estás”. No ves cómo lo que te explican se alinea  con tus motivaciones y nada llama tu atención. Vas perdiendo el interés en la clase. No te das cuenta, pero tu postura y mirada te delantan…

No entiendes (quizás porque tampoco te lo han explicado) qué utilidad tiene el contenido, porqué es interesante para ti o porqué es necesario aprenderlo.

Eso sí, el formador se ve “majete”… 😉

Intentas disimular: haces ver que tomas apuntes, dibujas, intentas poner cara de “interés”, dices que sí al formador cuando te mira, piensas en otras cosas… si puedes, coges tu móbil discretamente o hablas con tus compañeros, miras el reloj y piensas “¿a qué hora era la pausa para el café?”…

El tiempo te pasa muy lentamente: te aburres. No te preguntan nada y no tienes que hacer nada. Hasta te parece que el formador habla a “cámara lenta”. Esperas no dormirte en medio de la clase. Notas que te cuesta tener una actitud postiva… Piensas: “¡Dios mío! ¡Qué pérdida de tiempo!” ¡Y no te puedes escapar! “¡Con el trabajo que tengo y nadie lo hará por mí, y yo aquí…y para postre luego me tocará salir tarde…”

Sólo esperas …¡que llegue la hora del café!

Ya ves como a mi, también me ha pasado…

Y ahora te contesto ¿es necesario un “algo más” para que una formacón sea efectiva?

La respuesta es Sí y te lo resumo en dos puntos, haciéndote referencia al ejercicio/ejemplo

Primero, el aprendizaje necesita trabajar tres dimensiones: cognitiva (procesamiento de la información y adquisición del conocimiento), motivacional y emocional.

Por la neurociencia sabemos que el cerebro necesita activación emocional para aprender. La información que recibimos primero pasa el filtro emocional, el cual “se activa” (según el grado) y después esa información pasa a la parte “racional”. Si dichos estímulos nos han “emocionado”, quedarán más consolidados en la parte racional.

 En el ejemplo:

“Físicamente estás en clase, pero no estás”. Si “no estás” es que no se ha despertado tu interés por lo tanto, falla el haber trabajado la dimensión emocional.

“Te aburres”. La formación debe centrarse en el alumno y sus necesidades. Si “te aburres” da la sensación de que se “ha olvidado” de ti…

“No ves cómo lo que te explican se alinea con tus motivaciones”. Una persona adulta aprende cuando quiere o lo necesita o le interesa. Por tanto, es importante que se expliquen los beneficios del aprendizaje concreto. Igual a priori, el alumno, no conocía cómo lo aprendido le podía ayudar, pero el formador podría habérselo explicado para motivarlo.

“Notas que te cuesta tener una actitud positiva” No se ha creado el estado emocional adecuado para el aprendizaje. El formador no anima, ni motiva, ni sorprende…

 No se trata de fomentar las emociones en el aula, sino de enseñar con emoción, lo que quiere decir haciendo curioso lo que se enseña”. Francisco Mora 2017

  Y segundo punto, el adulto necesita un aprendizaje práctico, útil y aplicable. Necesita saber el porqué. Necesita participar y actuar. Aprende haciendo  Tiene experiencias previas que guían su aprendizaje

En el ejemplo:

“No te preguntan nada y no tienes que hacer nada”. El rol del alumno que se describe es totamente pasivo: no hace, no practica, no piensa, no es preguntado…se limita a recibir información.

No hay una parte práctica de aplicación y o reflexión del contenido

No hay pautas para la aplicación posterior en el puesto de trabajo.

En mi siguiente artículo te presento los 10 tips para una formación efectiva